La editorial de la Universidad Católica del Maule, dirigida por el escritor curicano José Tomás Labarthe, ha reeditado recientemente un texto clásico de la literatura maulina, “El Poema de las Tierras Pobres”, de JGB, publicado en su versión original en 1924, cuando en el país se vivía una gran efervescencia social debido al despertar de la clase obrera y su incipiente y aguerrida organización sindical. Por aquella época en Talca existía un entusiasta ambiente literario, cuyo émbolo era la generación del 900, congregados en torno al Liceo de Hombres (hoy Abate Molina).
Precisamente, un profesor de Castellano de dicho establecimiento, Alejandro Venegas, había escrito por entonces “Sinceridad: Chile Íntimo en 1910”, donde narra en sendas cartas enviadas al presidente Pedro Montt el sombrío panorama que se observaba en nuestro territorio durante las primera década del siglo pasado. Es, en ese contexto, cuando el poeta de Infiernillo vuelve la mirada hacia la realidad rural, campesina, del Maule y su río amado, dando a luz un poemario que mantiene y profundiza el temple de ánimo y el leitmotiv del libro de su buen amigo y correligionario, el profesor Venegas. Nadie sospechaba, ni el propio autor, que con el pasar de los años “El Poema de las Tierras Pobres” se seguiría leyendo una y otra vez con igual estremecimiento y goce estético que el primer día.
JGB canta, en su obra más célebre, la tragedia de un campesino que es encarcelado injustamente por un delito que no cometió; hurto o robo que alguien -algún gañán, inquilino, tal vez un afuerino- tuvo que llevar a cabo en la comarca por necesidad para poder sobrevivir, él y su familia, dada la extrema pobreza que asolaba los campos de Chile (“El pobre se hizo miserable, / el miserable, bandolero!”, p. 25). Cuando el prisionero recupera la libertad y vuelve jubiloso a casa encuentra a su mujer embarazada, supuestamente del mismo patrón que lo envió a prisión y, sin más, enloquece; así vaga por el valle y las quebradas durante largos días, semanas y meses, hasta que una mañana que estaba tendido debajo de un árbol siente sones de campanas llamando a la oración. Acontece, entonces, que el buen hombre se levanta y acude a la humilde capilla donde oye, en las palabras del fraile que predicaba, una voz distinta que lo llena de esperanza. Recuperada la fe vuelve al trabajo, pero ahora con la conciencia iluminada y el alma en paz. Un bello, bellísimo, poema que nos hace reflexionar sobre las cuestiones fundamentales del ser humano de todos los tiempos y de todas las culturas: el amor, la naturaleza, el compañero de infortunio, la vida comunitaria, Dios. Valga decir aquí que la historia que se relata en estos versos tan conmovedores fue un hecho real.
Al releer atentamente este pequeño pero intenso trabajo, tanto testimonial como literario, del Poeta Grillo -así lo llamaban sus contemporáneos, por la costumbre de silbar que tenía cuando atravesaba el largo silencio del paisaje maulino durante sus caminatas diarias- todavía, a casi un siglo de su aparición, sorprende y asombra la visión profética de su canto a la hora de confrontarlo con la realidad presente, con la situación actual. La vigencia de su poesía podría justificarse en tres aspectos: la denuncia del drama ecológico, bastante más visibilizado por estos días; la injusticia social y la pobreza de los campesinos, que hoy por hoy están a la intemperie desnudadas por el estallido social y el Covid-19, y, por último, la importancia que toman las manifestaciones trascendentes o espirituales en los tiempos de crisis política, económicas o sanitarias. El que tenga ojos para ver, vea.
En la contraportada los editores certeramente tomaron un párrafo del epílogo del libro, que vendría a resumir la importancia de JGB en la poesía chilena. “Estamos en presencia de un gran poeta menor -menor en el sentido que sus versos son breves, concisos- en la lírica patria y, aunque tradicional en la forma (de escribir con rimas y modismos campesinos), es absolutamente consciente de su opción lírica obstinada en un canto natural, huyendo de toda cacofonía que infecte el silencio, la soledad y el embrujo de las tierras pobres; pero, así mismo, incorpora con sapiencia y un oficio más intuitivo que intelectual, con rubor casi, sólidos elementos de poesía moderna a su propuesta estética. Estos recursos literarios que hemos expuesto, sin duda, nos permiten reconocer en González Bastías a nuestro primer poeta clásico regional, sentando los precedentes de una maulinidad que no sucumbe a pesar de los pesares.” (p. 106)
Al terminar, gratitud y larga vida a Ediciones UCM, porque este tiraje de 5.000 ejemplares de “El Poema de las Tierras Pobres” fue distribuido a todos los estudiantes de esa casa de estudios como una manera de “contribuir al desarrollo del conocimiento desde su sello humanista, reflexionando en torno a las ciencias, la educación, el territorio y las artes.” Enhorabuena.
Talca, junio de 2021.